Con la llegada de la Pascua, los escaparates de las tiendas y los supermercados se llenan de imágenes de conejos, huevos decorados y efigies de chocolate que recuerdan a los que son sin duda dos de los grandes protagonistas de esta época del año. La Pascua es una festividad con dos elementos centrales que a día de hoy continúan envueltos en un halo de misterio y destacan por su origen cuanto menos incierto. ¿Quieres repasar con nosotros las teorías más aceptadas acerca de la aparición de los huevos y el conejo de Pascua?
Una tradición con mucha historia
El papel del huevo como protagonista destacado en la historia de la humanidad se remonta a la época del antiguo Egipto, donde a lo largo de varias dinastías llegó a ser incluso símbolo de la vida. El huevo es un elemento tan importante que también actúa como pieza fundamental en el mito griego de la Caja de Pandora, según el cual Osiris y su hermano Tifón encerraron las bondades y las maldades del mundo en un huevo, que se expandieron por el planeta cuando este se rompió.
Con todo, para encontrar una de las primeras alusiones al conejo, el otro gran protagonistas de esta festividad, y para entender de forma más clara la relación de estos dos elementos con la celebración de la vida y, en definitiva, de la primavera, no podemos dejar de mencionar a la diosa pagana de la primavera y la fertilidad, Eostre (de cuyo nombre procedería el término anglosajón Easter, que alude a la Pascua). Según la leyenda, Eostre encontró un ave a punto de morir de frío y la transformó en conejo para que su pelaje mantuviese con vida al pequeño animal. El conejo no solo logró sobrevivir, sino que continuó poniendo huevos como un pájaro, que más tarde, como muestra de agradecimiento, habría pintado y decorado para agasarjárselos a la diosa.
Del mismo modo, como no podría ser de otra manera al tratarse de una época con tan marcado simbolismo religioso, los huevos de Pascua también encuentran sus raíces en el cristianismo. Según la tradición cristiana, cuando María Magdalena proclamó ante el emperador la resurreción de Jesucristo llevaba un huevo en la mano. Tras oír sus palabras, su interlocutor le respondió que ese hecho era tan poco probable como que el huevo que llevaba en la mano se pusiese de repente de color rojo. Como es de esperar, en ese preciso momento, el huevo adquirió una tonalidad rojiza.
Pero ¿por qué llevaba María Magdalena un huevo en la mano? Pues porque era uno de los alimentos que no se debían consumir durante la Cuaresma. A lo largo de los cuarenta días en los que su consumo estaba prohibido, las familias los cubrían de cera para conservarlos y, con el tiempo, comenzaron a decorarlos también con pintura y a introducirlos en cestas con ramas de colores que recordaban curiosamente a un nido de pájaro (¿quizás un guiño a la leyenda de Eostre?) para entregarlas como regalo a amigos y familiares el domingo de Pascua.
Los huevos de chocolate y los juegos de Pascua
Independientemente del origen de esta tradición, lo que es innegable es que el huevo se ha asociado a lo largo de la historia con la fertilidad y, a su vez, con la llegada de la primavera, de tal modo que hoy en día se ha convertido en uno de los elementos indispensables de esta festividad.
En algún momento de la historia surgieron los huevos y conejos de chocolate que reciben los niños en estas fechas, pero en algunos países la costumbre de decorar huevos con llamativos colores y dibujos sigue estando muy presente. En Alemania, por ejemplo, es una tradición muy arraigada. Cuando se aproxima la Pascua, las familias decoran huevos que más tarde cuelgan de árboles, algo que parece rememorar nuevamente la simbología antigua que relaciona a este elemento con la vida y, por ende, con la llegada de la primavera. Se trata de una práctica muy antigua y divertida y a la vez ideal para realizar con niños de todas las edades y dar rienda suelta a su imaginación.
¿Os animáis a decorar vuestros propios huevos de Pascua? ¡Estaremos encantados de ver las fotos en los comentarios!